Empleo

Créditos: Asian Development Bank

Empleo

LOGRAR LA IGUALDAD DE GÉNERO REQUIERE TRANSFORMACIONES SUSTANCIALES

Garantizar la igualdad de género en los ámbitos de la salud, el empleo y el liderazgo político y económico, y no solo la paridad de género en la educación, es un elemento que subyace a la agenda para el desarrollo sostenible. En esta sección se analizan las cuestiones relativas a la desigualdad y la igualdad de género, centrándose para ello en tres temas: el trabajo y el crecimiento económico, el liderazgo y la participación, y las relaciones y el bienestar. Los tres están relacionados con la educación, el género y el desarrollo sostenible. En esta sección se hace hincapié en diversos desafíos, prácticas y tendencias relacionadas con el género en el ámbito de la educación, así como en otras dimensiones del desarrollo sostenible que deben abordarse para poder avanzar en la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas.

EDUCACIÓN, GÉNERO Y TRABAJO

La educación de buena calidad y el aprendizaje a lo largo de toda la vida pueden ayudar a las mujeres a desempeñar trabajos decentes en términos de igualdad y a promover el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y el bienestar para todos.

El desarrollo sostenible implica un crecimiento económico inclusivo centrado en el bienestar humano y la supervivencia del planeta. Para lograr la cohesión social e impulsar un cambio transformador, la prosperidad debe concebirse de forma que no deje atrás a nadie.

ABORDAR LA DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL MERCADO DE TRABAJO

Las extendidas desigualdades, entre las que destaca la discriminación endémica de género en el mercado laboral, afectan notablemente a la participación de mujeres y hombres en la obtención de empleos formales e informales. En promedio, a las mujeres les va peor que a los hombres cuando se evalúan las oportunidades de empleo con los indicadores utilizados como parámetros del trabajo decente, tales como la cantidad de empleos estables y formales que ofrecen seguridad en el puesto de trabajo y protección social para las familias, o los empleos remunerados por encima del nivel de pobreza (OIT, 2007).

En muchos contextos, las mujeres desempeñan desproporcionadamente su trabajo en la economía informal, la cual está en parte fuera de la reglamentación laboral y al pago de impuestos, en aquellos países en que la economía informal tiene un gran peso (Figura 11), y en la agricultura, sin poseer ni tierras ni recursos. Las mujeres suelen estar también ampliamente representadas en los empleos vulnerables, en trabajos aislados o con uno o más socios, o en trabajos domésticos no remunerados. Es necesario eliminar las desventajas socioeconómicas que afectan a las mujeres, si se pretende alcanzar una igualdad de género sustancial (ONU-Mujeres, 2015c).

La disparidad de género en los empleos informales y vulnerables suele variar según los países y las regiones. El análisis efectuado para el Informe GEM de 2016 basado en los datos del programa del Banco Mundial “Competencias para el Empleo y la Productividad” (STEP) sobre poblaciones urbanas en 12 países de ingresos bajos y medianos, encontró que la presencia de hombres en la economía informal alcanzaba sus valores máximos en Asia Central y países de Europa del Este, pero era mayor entre las mujeres de los países de América Latina y África Subsahariana (Chua, 2016). Incluso el trabajo remunerado puede no ser suficiente para escapar de la pobreza. En los 12 países considerados, las mujeres tenían mayor probabilidad que los hombres de ser clasificadas en la categoría “trabajo y pobreza” (Chua, 2016).

En promedio, el número de mujeres que trabajan y son pobres duplica el de los hombres. También existen disparidades importantes en muchos países de la OCDE, por ejemplo en Austria, Finlandia, la República de Corea y Suiza, donde hay dos veces más mujeres que hombres que trabajan por salarios bajos (OCDE, 2016a).

A las mujeres les va peor que a los hombres cuando se utilizan parámetros asociados al trabajo decente para comparar sus situaciones Click to Tweet

La educación puede proporcionar competencias para trabajar…

La educación tiene repercusiones bien conocidas sobre los ingresos. Las tasas de beneficio de la educación son las más elevadas en las regiones más pobres, como África Subsahariana, lo que es un reflejo de la escasez de trabajadores calificados (Montenegro y Patrinos, 2014). La educación formal de buena calidad proporciona a los individuos competencias y conocimientos que les permiten ser más productivos. La finalización de los estudios también puede entenderse por parte de los empleadores como un indicador de habilidades de los trabajadores y puede traducirse en mayores oportunidades de acceso a un trabajo decente, independientemente de los conocimientos y competencias adquiridas durante sus estudios.

En la OCDE, las diferencias en las competencias cognitivas representaron un 23% de la brecha de género en los salarios en 2012 (OCDE, 2015b). Las marcadas diferencias en los resultados del mercado de trabajo, por ejemplo en las tasas de empleo y los salarios, tienden a disminuir en el segmento de mujeres y hombres con mayor nivel de formación (Ñopo et al., 2012; UNESCO, 2014). Sin embargo, las diferencias en el nivel educativo alcanzado explican una parte considerable de la disparidad en el empleo en algunos países del programa STEP en los que las mujeres sufren desventajas en el ámbito educativo. El análisis efectuado sugiere que, a igualdad de nivel educativo alcanzado, la disparidad en el empleo informal se reduciría un 50% en Ghana y un 35% en Kenya y que la pobreza en los asalariados disminuiría un 14% y un 7%, respectivamente (Chua, 2016).

Figura 11

… pero el vínculo entre la educación de las niñas y la participación en el mundo laboral no es evidente

Lograr la paridad de género en la educación, aun siendo importante, no se traduce necesariamente en igualdad de género en la actividad económica y en mejora de las oportunidades de empleo. Algunos países que han avanzado rápidamente en materia de logros educativos por parte de las chicas no han experimentado al mismo tiempo aumentos en las cifras de empleo decente (Figura 12). En Sri Lanka, los importantes avances en la matrícula y finalización de estudios por parte de las mujeres no se han visto acompañados de ventajas para la fuerza laboral; en cambio, la participación de las mujeres en el mundo laboral se ha estancado o ha disminuido (Gunewardena, 2015). En América Latina y el Caribe, la mejora de la educación de las niñas en todos los niveles ha sido un factor decisivo en la creciente participación de las mujeres en el mercado de trabajo, pero en el Cercano Oriente y África del Norte solo la educación terciaria ha tenido un efecto significativo en el incremento del empleo (OIT, 2012). Análogamente, en los países asiáticos de ingresos altos, como Japón y la República de Corea, la participación femenina en el mundo laboral ha sido limitada, pese a los elevados niveles de educación (Kinoshita y Guo, 2015).

El análisis de los datos del programa STEP mostró que las diferencias de género en los logros educativos no explicaban las diferencias de género en el empleo informal en los países considerados; intervenían otros factores, como la discriminación y las normas culturales, que contribuían a que las mujeres no tuvieran unas condiciones equitativas de acceso a trabajos estables y decentes (Chua, 2016). En Ghana, la educación y la participación de las mujeres en el mundo laboral han mejorado desde mediados de la década de 1990, pero sus salarios se han estancado y ha crecido el desempleo, así como la actividad económica informal y el trabajo por cuenta propia. Una educación más prolongada se traduce en unas mayores posibilidades de trabajo remunerado (Sackey, 2005). Los estudios sugieren que el empoderamiento de las mujeres requiere sintonizar las reformas educativas con un mayor acceso al empleo del sector público, así como con una legislación que garantice que los empresarios privados proporcionan empleo decente (Darkwah, 2010).

Figura 12

La educación no formal puede ayudar a adquirir competencias laborales

Las oportunidades de aprendizaje no formal ajustadas a las necesidades locales –programas de segunda oportunidad basados en las características locales, iniciativas de microfinanzas o de formación continua y aprendizaje informal– pueden proporcionar competencias esenciales a los adultos jóvenes a los que un sistema educativa de poca calidad les ha fallado. Las mujeres y las niñas, en particular, pueden beneficiarse de ese tipo de programas, ya que ellas representan casi las dos terceras partes de los 758 millones de adultos sin alfabetizar en todo el mundo (UNESCO, 2016b).

En Egipto, gracias al programa “Mujeres por las Familias”, se identificaron los principales retos de las comunidades locales: servicios sanitarios y educativos, analfabetismo, matrimonios a edad temprana y actitudes inadecuadas hacia las niñas. Se proporcionó a las niñas formación basada en las necesidades de la comunidad en lo relativo a alfabetización, salud y otras competencias. Más adelante, las chicas impartieron clases de alfabetización a domicilio, centradas en los problemas de la vida cotidiana; suministraron información sobre temas de salud, higiene y planificación familiar; dieron clases de cocina, artesanía y agricultura; animaron a quienes habían abandonado sus estudios a volver a la escuela; y ayudaron a la comunidad y a las familias a obtener pequeños préstamos, y a conseguir los documentos de identidad y las tarjetas de voto. Se convirtieron en líderes de sus comunidades (UNESCO, 2016c).

El empoderamiento de las mujeres requiere sintonizar las reformas educativas con un mayor acceso al empleo del sector público, así como con una legislación que garantice que los empresarios privados proporcionan empleo decente

En muchos países, especialmente en los más pobres de Asia y África, las mujeres representan una parte importante de la fuerza de trabajo en la ganadería y la agricultura, pero no están tan presentes como los hombres en los ámbitos de la extensión agraria y los servicios de asesoramiento (FAO, 2014). En la India, más de 250.000 mujeres campesinas han recibido apoyo desde el lanzamiento en el año 2010 del proyecto gubernamental Mahila Kisan Sashaktikaran Pariyojana (Fortalecimiento de las mujeres campesinas), que forma a personal de las comunidades para prestar apoyo y capacitar a mujeres con vistas a la producción sostenible en agricultura (Centro para la Educación Medioambiental de la India, 2016).

ABORDAR LAS NORMAS SOCIOCULTURALES DE GÉNERO PARA LOGRAR UNA PROSPERIDAD ECONÓMICA INCLUSIVA

Las distintas formas de participación de las mujeres y los hombres en el mercado de trabajo vienen determinadas no solo por los logros educativos sino
también por otros factores que influyen en los niveles salariales: tipos de puestos de trabajo disponibles, acceso a los recursos y sesgos en los mercados y las instituciones (OIT, 2016c; Banco Mundial, 2011). La discriminación y las normas culturales dificultan a las mujeres altamente calificadas acceder a empleos mejor remunerados y puestos de mayor responsabilidad (Banco Mundial, 2011). En las instituciones, las mujeres pueden encontrar dificultades y chocar contra un “techo de cristal” cuando se plantean alcanzar puestos de rango superior. Son relativamente pocas las mujeres que ocupan puestos de dirección en las instituciones económicas clave.

Existen además diferencias salariales sustanciales entre mujeres y hombres que realizan el mismo trabajo en prácticamente todos los puestos de trabajo (ONU-Mujeres, 2015c). En la actualidad, la tasa de finalización de la enseñanza secundaria de las mujeres es mayor que en los hombres en muchos países de la OCDE, pero la diferencia salarial por cuestión de género a favor de los hombres sigue siendo importante en muchos de los países miembros (Figura 13).

Figura 13

La educación puede hacer frente a los sesgos de género en el mundo profesional

Los análisis de las tendencias profesionales y educativas muestran que las mujeres y los hombres siguen concentrándose en sectores distintos del mercado laboral, como por ejemplo la educación, en el caso de las mujeres, y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en el de los hombres, a menudo con distintas condiciones laborales y diferentes niveles salariales y de seguridad (Figura 14).

Figura 14

Especialmente en los países en desarrollo, donde los estándares de seguridad e higiene son menos estrictos, es más probable que los hombres tengan trabajos riesgosos que las mujeres. Estos trabajos riesgosos incluyen minería y construcción, en los que los accidentes, enfermedades laborales y muerte son más frecuentes que en otros sectores (OIT, 2009). La segregación laboral se relaciona con la experiencia educativa básica y la elección de carreras de grado superior, que siguen marcadas por diferencias de género profundas.

En los países de la OCDE, solo el 14% de las mujeres jóvenes que se matriculan en la enseñanza superior por primera vez en el 2012 eligieron carreras científicas, frente el 39% de hombres jóvenes. Es mucho menos probable que las chicas se planteen ingresar en carreras relacionadas con la informática, la física o las ingenierías, que son sectores decisivos en la economía del conocimiento (OCDE, 2015a). En los Estados Unidos de América, en 1983/84, el 37% de los licenciados en informática eran mujeres, pero en 2010/11 el porcentaje había bajado hasta el 18% (Departamento de Educación de los Estados Unidos de América, 2012). En los países de los que se dispone de datos sobre la elección de estudios de grado superior, la participación promedio de las mujeres en la enseñanza terciaria sobre temas educativos superaba el 68%, pero era solo del 25% en ingenierías, producción y construcción (Figura 15).

Figura 15

Esta disparidad limita el acceso de las mujeres a profesiones clave. También reduce la masa potencial de capacidad para generar innovaciones verdes sostenibles (UNESCO, 2016b). Los estereotipos en los roles de género y las expectativas tanto en la escuela como en casa explican esta segregación educativa y laboral. Los procesos de socialización, en los que se incluyen un asesoramiento educativo insuficiente, la ausencia de modelos de rol, las actitudes familiares negativas, una mala percepción de las capacidades matemáticas y el miedo a encontrarse en minoría, pueden influir en la predisposición de las chicas a optar por disciplinas específicas. El profesorado puede ayudar en la elección de las carreras universitarias. La docencia puede generar actitudes críticas hacia las normas asociadas al género, lo que puede ayudar a su vez a romper los estereotipos profesionales y facilitar la discusión sobre la segregación basada en el género. Las iniciativas específicas pueden fomentar que se opte por disciplinas académicas más equitativas desde la perspectiva de género, tales como las ciencias, las matemáticas y la informática (Recuadro 2).

Recuadro 2

Iniciativas para chicas y mujeres en las disciplinas de STEM y STEAM

En las últimas décadas se han lanzado iniciativas para que las chicas y mujeres se interesen en las disciplinas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). La campaña de las Mujeres en las Ciencias y la Ingeniería, iniciada en 1984 en el Reino Unido, promueve programas de enseñanza de ingeniería, ofrece becas a mujeres para cursar estudios de ingeniería, lleva a cabo talleres sobre las carreras de construcción e ingeniería, aporta recursos para los profesores de las disciplinas STEM en la escuela y fomenta oportunidades regionales de trabajo en red que ayuden a establecer vínculos entre la escuela, la universidad y la industria.

Mediante un sistema de tutorías, intercambio de conocimientos y trabajo en red, el programa TechWomen presta apoyo y conecta a mujeres de las disciplinas STEM en África, Asia Central y el Oriente Medio. Las participantes intervienen en tutorías basadas en proyectos en destacadas empresas
tecnológicas estadounidenses y se les pide que animen a otras chicas y mujeres de sus comunidades a desarrollar sus ambiciones en este sentido. Desde el 2011 han participado 333 mujeres de 21 países, entre los que se encuentran Argelia, Camerún, Kazajstán, Kenya, Líbano y Zimbabwe. En junio del 2016, la misión de los Estados Unidos ante la UNESCO y sus asociados plantearon un enfoque global de la educación de disciplinas “STEAM”, por el que incorporaban a las siglas las disciplinas artísticas (y el diseño), con el objetivo de estimular competencias e iniciativas innovadoras
e interdisciplinarias.

Fuentes: TechWomen (2016); WISE (2016); Comisión Nacional Estadounidense para la UNESCO (2016).

Las políticas pueden reforzar la empleabilidad de las mujeres…

Las competencias y la educación pueden ayudar a reducir las diferencias salariales, pero se requieren otras intervenciones políticas, especialmente para asalariados, en empleos menos seguros, a menudo en el sector informal, que se beneficiarían más de una regulación del mercado de trabajo que contemplase salarios mínimos y restricciones en los despidos. Cada vez es mayor el número de países con legislaciones y políticas que contribuyen a igualar la situación laboral de mujeres y hombres. Prácticamente todos los países cuentan con algún tipo de normativa sobre permisos de maternidad; en la mayoría también se prohíbe cualquier forma de discriminación asociada a la maternidad, como el acoso o la presión ejercida sobre las mujeres embarazadas o el despido de madres jóvenes (OIT, 2014). Algunas medidas de este tipo mejoran las oportunidades de empleo de las mujeres, así como sus experiencias laborales, reducen la mortalidad infantil y contribuyen a la salud de las madres (OIT, 2015). Sin embargo, se debería ir más allá.

Datos recientes indican que solo el 28% de las mujeres empleadas en todo el mundo tienen una protección eficaz, consistente en prestaciones pecuniarias por maternidad (OIT, 2015). Además, en el caso de la mayoría de las mujeres con empleos informales, las normas sobre permisos de maternidad carecen de significado.

La OIT recomienda que se proteja la maternidad y también que los organismos públicos inviertan en medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, pues estas contribuyen a ampliar las oportunidades de que las mujeres desempeñen empleos de buena calidad y a replantear los estereotipos de masculinidad que subvaloran su aporte al cuidado y atención de los demás (OIT, 2014). Si se comparan las situaciones de Finlandia y Noruega con las del Japón y la República de Corea se aprecia que las políticas de apoyo a las familias y los planes de flexibilización de la vida laboral pueden ayudar a que más mujeres y hombres concilien sus vidas laborales y familiares, pueden fomentar la fertilidad y ser un incentivo para que las mujeres continúen participando en el mundo laboral (Kinoshita y Guo, 2015). Algunos países, como Costa Rica, Etiopía, México y Sudáfrica, prestan apoyo a las necesidades de conciliación de la vida laboral y familiar de los más vulnerables y ofrecen servicios públicos de atención a los hijos (OIT, 2014).

El reparto equitativo de las responsabilidades parentales debería potenciarse asimismo mediante permisos de paternidad. En el 2013, en 78 de 167 países existía algún tipo de permiso en relación con los hijos otorgado a los padres con trabajo remunerado. La cantidad recibida durante un permiso por paternidad, cuando existe, suele ser baja (OIT, 2014). Los estudios realizados en países como Brasil, el Reino Unido y Sudáfrica muestran que muchos hombres se resisten a solicitar el permiso de paternidad cuando este supone una pérdida de ingresos o por miedo a que perjudique sus carreras (Levtov et al., 2015; Williams, 2013). Los subsidios por paternidad poco elevados y poco utilizados pueden asociarse a los persistentes estereotipos según los que las mujeres se ocupan del cuidado de los demás y los hombres traen el pan a casa.

El reparto de las responsabilidades parentales puede poner en entredicho la división por razón de género en lo referente al cuidado de los hijos, empoderar a las mujeres desde el punto de vista económico e incrementar la igualdad de género en el mundo laboral, siempre que se facilite a las madres que se incorporen, o reincorporen, al mercado de trabajo remunerado o que completen su escolarización (Ferrant et al., 2014; Morell et al., 2012, ONU-Mujeres, 2008).

Solo el 28% de las mujeres empleadas en todo el mundo reciben prestaciones pecuniarias por maternidad Click to Tweet

 

 

Las mujeres y las niñas siguen haciendo más trabajo no remunerado y de cuidado y atención a los demás 

Los patrones de género en lo relativo al trabajo doméstico y de cuidado y atención a los demás, en ambos casos no remunerado, están muy enraizados y parecen poco afectados por el aumento de los niveles de educación de las mujeres. En un estudio realizado sobre las crecientes tasas de matrícula de niñas en Bangladesh y Malawi se demostró que aquellas no tenían ninguna repercusión en la división del trabajo doméstico entre niñas y niños (Chisamya et al., 2012). Hay quienes consideran que este desequilibrio es una causa de la desigualdad de las mujeres y del desigual acceso de estas a la educación, al mundo laboral y a los servicios públicos (Razavi, 2016). En muchos países, incluidos Italia, el Japón, México y Pakistán, las mujeres realizan por lo menos dos veces más trabajo no remunerado que los hombres (Figura 16) y trabajan durante más horas que estos en casi todos los países, si se tiene en cuenta tanto el trabajo remunerado como el no remunerado (ONU-Mujeres, 2015c).

En muchos países las mujeres realizan por lo menos dos veces más trabajo no remunerado que los hombres Click to Tweet

Las niñas y las mujeres soportan de forma desproporcionada el peso de las tareas domésticas, incluidas aquellas en las que se invierte mucho tiempo, como el abastecimiento de agua y de leña, aun cuando estén escolarizadas. Esta situación repercute sobre la asistencia a clase y los logros académicos y, por tanto, reduce la igualdad de los resultados. En Ghana, los estudios realizados en cuatro series de la Encuesta de Demografía y Salud (EDS) del 1993/94 al 2008 pusieron de relieve que reducir a la mitad el tiempo destinado a ir a buscar el agua incrementaba la asistencia escolar en 2,4 puntos porcentuales en promedio para las niñas de entre 5 y 15 años de edad, con un efecto incluso mayor en las zonas rurales (Nauges y Strand, 2013).

Algunas intervenciones a pequeña escala tienen un éxito limitado en la mejora de las actitudes sensibles a cuestiones de género y del equilibrio en materia de trabajo femenino no remunerado. Mediante un programa de alfabetización de adultos en áreas rurales de Nepal se consiguió aumentar el reconocimiento, por parte de las familias y las comunidades, del trabajo no remunerado efectuado por las mujeres, a base de sugerir a mujeres marginadas y algunos hombres a recopilar datos sobre el uso del tiempo de las mujeres. Gracias a esto se consiguió, en algunas comunidades, una distribución más equitativa del trabajo de cuidado y atención a los demás realizado por las mujeres (Marphatia y Moussié, 2013).

Las chicas adolescentes hacen más trabajo doméstico que los chicos, lo que obstaculiza sus posibilidades de finalizar la enseñanza secundaria. Globalmente, las encuestas de hogares sugieren que entre el 40% y el 80% de los adolescentes se ocupan de algunas tareas domésticas (hasta 28 horas semanales) en los 17 países de ingresos bajos y medianos de los que se dispone de datos. El porcentaje de chicas adolescentes que intervienen en las tareas domésticas es sistemáticamente más alto que el de chicos.

Figura 16

El trabajo decente para todos requires una perspectiva de aprendizaje a lo largo de toda la vida 

Las políticas de apoyo pueden promover la igualdad de género en el mercado de trabajo y deben formar parte de un planteamiento integral que haga posible la igualdad de género en y a través de la escolarización formal y proporcione a todos oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida.

La educación formal, no formal e informal a lo largo de la vida puede contribuir a lograr una igualdad de género real, al proporcionar a todas las mujeres, niñas, niños y hombres posibilidades de aprendizaje a la vez oportunas, adecuadas y adaptadas a sus necesidades. Las oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida y de buena calidad son especialmente importantes para las niñas y las mujeres, así como para quienes han quedado al margen del sistema educativo formal, que constituyen la mayoría global de la población sin escolarizar y/o sin un nivel de alfabetización básico.

La brecha de género en conocimientos fundamentales, tales como el cálculo, es mucho más extensa en las mujeres mayores. En los países de la OCDE, la brecha de género en cálculo es más reducida en el segmento de edades entre 16 y 24 años que en los segmentos de edades mayores, incluso después de proceder a los ajustes en función de los logros académicos. En Italia, la brecha de género ajustada correspondiente a mujeres entre 46 y 65 años es de 11 puntos porcentuales, mientras que es inexistente entre las mujeres de 16 a 24 años (Figura 17).

Lifelong learning opportunities can fill the gaps of inadequate formal schooling through literacy and numeracy acquisition. Vocational training can provide skills for work, facilitate access to wage employment, improve women’s status in work, and equalize pay and working conditions, e.g. by enabling women to obtain professional qualifications outside the formal education system. Lifelong learning can enhance women’s financial autonomy, confidence and self-reliance, as well as their participation in other spheres of life (UNESCO, 2006).

Algeria’s Literacy, Training and Employment for Women (AFIF) programme enables women to obtain professional qualifications in trades such as computing, sewing and hairdressing. It has trained and empowered more than 23,000 women aged 18 to 25, helping them with workplace integration or enabling them to generate their own income with government support (UNESCO, 2016c).

Bangladesh’s TVET Reform Project, launched in 2006, provided training for women in skills for traditional and non-traditional work, including motorcycle servicing. It included a strategy for women with disabilities, with improved physical access to training institutions, which increased their self-confidence, employment and economic status. The reforms included the 2012 launch of the Bangladesh National Strategy for the Promotion of Gender Equality in Technical and Vocational Education and Training (TVET), which aimed to dismantle gender stereotypes and establish a supportive, gender responsive environment (European Commission,2014; ILO, 2013).

Las oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida pueden colmar las diferencias generadas por sistemas de educación formal inadecuados, a través de la adquisición de competencias de escritura, lectura y cálculo. La formación continua puede proporcionar competencias útiles en el mundo laboral, facilitar el acceso a empleos remunerados, mejorar la situación de las mujeres en sus puestos de trabajo y ajustar los salarios a las condiciones laborales, por ejemplo, haciendo posible que las mujeres consigan obtener calificaciones profesionales fuera de sistema educativo formal. El aprendizaje a lo largo de toda la vida puede redundar en un beneficio para la autonomía financiera de las mujeres y mejorar su confianza y su autoestima, así como su participación en otras esferas de la vida (UNESCO, 2006).

El programa de alfabetización, formación y empleo de Argelia (AFIF) permite a las mujeres obtener calificaciones profesionales en ámbitos como la informática, la costura y la peluquería. Ha formado y empoderado a más de 23.000 mujeres de edades comprendidas entre 18 y 25 años, ayudándoles a integrarse en los puestos de trabajo o a generar sus propios ingresos, con apoyo de la administración (UNESCO, 2016c).

El proyecto de reforma de la educación y formación técnica y profesional (TVET) en Bangladesh, iniciado en el 2006, capacitó a las mujeres proporcionándoles competencias en trabajos tradicionales y no tradicionales, incluidos los servicios de reparación de motocicletas. En el programa se incluían estrategias para mujeres discapacitadas, para quienes se mejoró el acceso a los centros de formación, lo cual hizo aumentar su confianza en sí mismas, su probabilidad de estar empleada y su situación económica. Entre las reformas destacaba la estrategia nacional para la promoción de la igualdad de género en la educación y formación técnica y profesional (TVET) en Bangladesh, cuyo objetivo era desmantelar los estereotipos de género y establecer un entorno adecuado y adaptado a la perspectiva de género (Comisión Europea, 2014; OIT, 2013).

Figura 17